MASONERÍA Y REVOLUCIÓN
FRANCESA: MITO Y REALIDAD
Una creencia tenaz y persistente
asegura que los masones desencadenaron la gran revolución de 1789 y
que, en el secreto de sus Templos, prepararon un vasto complot para
destronar a los reyes y sacrificar la religión.
Desde 1791, lo encontramos
expuesto por el abate Lefranc, quien veía en la actividad de las
Logias la ejecución de un “siniestro proyecto” que daría lugar al
despotismo nacional; “es la masonería la que ha engañado a los
franceses a encarar la muerte sin aspavientos, a manejar con
intrepidez el puñal, a comerse la carne de los muertos, a beber en sus
cráneos y a ganar a los pueblos salvajes en barbarie y en crueldad”.
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La Declaración de los Derechos
del Hombre aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el
26 de agosto de 1789. La Declaración fue el prefacio a la Constitución
francesa de 1791
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En 1797, el abate Barruel
daría a este mito su expresión más conocida: la Revolución es el
resultado de un complot, preparado por los filósofos y tramado en las
Logias. Nada se había dejado al azar en esta empresa: «En la
Revolución francesa -escribe Barruel- todo ha sido previsto, meditado,
combinado, resuelto, estatuido: todo ha sido efecto de la mayor
infamia, puesto que todo ha sido preparado y realizado por los únicos
hombres que conocían la trama de las conspiraciones urdidas
tempranamente en las sociedades secretas y que han sabido escoger y
provocar los momentos más propicios para los complots». Aunque la
tesis de Barruel ha sido abandonada por los historiadores, la idea de
que los masones contribuyeron a la preparación y, mas tarde, a la
explosión de 1789 subsiste aún.
¿Se adhirieron los masones
realmente a la ideología de las Luces?¿propagaron los ideales de
libertad, igualdad y fraternidad; las ideas de tolerancia y progreso?
En definitiva, ¿cual fue la actitud de los masones en vísperas de 1789
y después de 1789?
La Masonería y el mundo de la
Ilustración
Hay que partir de una
constatación admitida por los historiadores: en el siglo XVIII, los
masones fueron ortodoxos en religión y leales en política. La
masonería fue católica en Francia, pues Francia era católica. La
presencia masiva en las listas de las Logias de monjes mendicantes y
de vicarios seculares confirma esta afirmación. Ferrer Benimeli ha
encontrado más de tres mil quinientos eclesiásticos y no cabe duda de
que un análisis exhaustivo de los archivos permitirá aumentar
sensiblemente esa cifra. Ello significa que de los alrededor de 30.000
masones existentes en la época, más del 10 % eran miembros de la
Iglesia. Algunos sacerdotes eran venerables de Logias. Amiable cuenta
27 en vísperas de 1789, e incluso existían Logias en algunos
conventos, como en el de Clairvaux en 1785. Todas las Logias exigen a
sus miembros la ortodoxia en cuestiones de religión y es incontable el
número de Te Deum solicitados en el siglo por las Logias
masónicas. No contentos con exigir la asistencia a los oficios
religiosos, los masones de Burdeos crearán en 1775 una misa escocesa.
Los masones fueron también
leales en política. Este extremo puede apreciarse, por ejemplo, en el
reglamento de Los Amigos constantes, del Oriente de Toulon:
“Los reyes, los soberanos son la imagen de Dios sobre la tierra, de
tal manera que cada hermano tendrá a mucha honra ser un súbdito fiel
de su Príncipe; respetará a los magistrados y las leyes, no hablará ni
escribirá nada contra el Gobierno y no se discutirá nunca en la Logia
en torno a los intereses de los soberano”. Parecidas prescripciones se
encuentran en logias de Toulouse, Lectoure, Coutras, Burdeos, Le Mans,
Marsella.
No cabe ninguna duda de que los
hermanos fueron ortodoxos en religión y leales en política. Pero,
¿cómo podría haber sido de otro modo en la Francia del Antiguo
Régimen, donde las asociaciones estaban proscritas y el catolicismo
era la religión del Estado? ¿Cómo hubiese podido sobrevivir la
masonería si no hubiese dado pruebas de fidelidad a la monarquía y de
ortodoxia religiosa? Conviene recordar que la masonería había sido
prohibida en diferentes Estados (Dinamarca, Países Bajos, Suiza,
Turquía) y que el Papado había hecho públicas dos bulas amenazando con
la excomunión a cuantos pudieran sentirse atraídos por esta
institución. Y también es sabido que la represión fue terrible en los
países en los que la Inquisición hacía estragos (España, Portugal,
Estados Pontificios).
Sin embargo, existen una
serie de datos y de indicios que prueban que la masonería participó en
el movimiento de las Luces. Procedente de una Inglaterra que ha hecho
ya su revolución, la masonería se instala en Francia en unos momentos
en que la sociedad aspira a la libertad después de la muerte de Luis XIV. Ahora bien, la masonería se presenta precisamente como garante de
la libertad, puesto que se propone acoger a todos los hombres de bien.
Apartada del poder durante el
reinado de Luis XIV, la alta nobleza que había participado en la
Fronda, toma su revancha durante la Regencia, constituyendo el partido
de los Duques. Y es bien significativo de hecho de que sean
precisamente esos «Duques», grandes aristócratas, príncipes de sangre,
quienes se inician en la masonería cuando la implantan en Francia los
viajeros ingleses. La masonería es de origen protestante y sus
importadores en Francia son esencialmente jacobitas, es decir,
católicos romanos. Luis XV y Fleury quieren conservar las buenas
relaciones con Inglaterra y, al mismo tiempo, la mayoría de sus
ministros pertenecen a la Orden. Pero, para asegurarse su lealtad,
hacen dimitir a Lord Derwentwater, católico, y lo substituyen por el
duque de Antín, también católico, pero galicano.
Algunos masones concebían ya
en 1737 que, so capa de deísmo, la Orden podía orientarse hacia una
religión natural en la que habían de desembocar fatalmente todas las
Iglesias. El temor de Ramsay se transforma rápidamente en algo real en
la práctica masónica. En 1744, la logia La Francesa del Oriente de
Toulouse adoptó la decisión de no exigir en adelante a los nuevos
iniciados que prestasen juramento sobre el evangelio de S. Juan. Es
cierto que la logia Inglesa de Burdeos reaccionó inmediatamente contra
este acuerdo. Pero la decisión ya había sido tomada. La evolución de
los rituales masónicos confirma esta tendencia. Su examen prueba que
se secularizan. En el rito francés ya no se trabaja bajo los auspicios
del Gran Arquitecto del Universo y la finalidad de la masonería es
puramente laica. También se podría mostrar que la elección de los
títulos distintivos de las logias se inscribe cada vez más en el
sentido de la ideología de las Luces. El tema dominante es el de la
Amistad, la Concordia, la Unión, los Corazones, la Armonía, la
Beneficencia, la Fraternidad, etc.
Los masones y la Revolución
Está demostrado que los masones no
participaron en conspiración alguna. Pero también es seguro que
reuniendo hermanos de cualquier confesión y origen se podría llegar a
la conclusión de que la masonería ha contribuido a la
desestabilización de la sociedad del Antiguo Régimen, de la que
formaba parte.
Socialmente, el masón medio
pertenece a la pequeña nobleza o a la alta burguesía. El masón se
considera un ciudadano perfecto, fiel a su religión, pero sin
supersticiones, a la manera ilustrada; también es tolerante, benéfico,
respetuoso para con los misterios masónicos; virtuoso, pero su vida no
es severa; juicioso, sin desdeñar los inocentes placeres de la vida;
sociable y sensible con los hermanos, huye de los sentimientos
violentos: se trata de evitar por todos los medios los conflictos con
los hermanos, forma de urbanidad muy propia del siglo XVIII. Está
claro que en el siglo XVIII no se entraba en la masonería para hacer
política. Pero las logias fueron también, al mismo tiempo, centros de
beneficencia y, con toda probabilidad, de sociabilidad.
En el último tercio del siglo XVIII, Francia se encuentra en crisis: agobiada por los impuestos, las
cajas están vacías. Es sabido que para hacer frente a esta situación
que se agravaba por momentos, Luis XVI aceptó, a instancias de su
ministro Calonne, convocar una asamblea de notables encargada de
aprobar la política financiera del ministro. La mayoría de sus
miembros eran masones. Calonne propuso la igualdad fiscal, que fue
rechazada por todos los hermanos y por el alto clero, con la única
excepción del masón Montmorency-Luxembourg, gran administrador del
Gran Oriente, que la aprobó.
¿Qué deducir de todo ello? En
primer lugar, que los masones estaban divididos y que el administrador
general, en su calidad de jefe del Orden, no había logrado imponerles
una política común. En segundo lugar, que enfrentados al problema de
la igualdad fiscal, los masones de la nobleza se acuerdan de sus
privilegios y los reclaman.
Todos los historiadores hacen notar
que hacia 1780 la Orden
se resiente de la crisis que afecta al mundo profano. Los clubes, las
sociedades de lectura, las agrupaciones de toda índole que proliferan
en esos momentos ponen de manifiesto que ya no se considera a las
logias como el lugar por excelencia donde podría saciarse la sed de
libertad y de pensamiento que caracteriza a los años finales del
siglo. Si encontramos gran número de masones en los clubes es porque
el Templo, en el que se habían desarrollado todos esos ideales de
libertad, igualdad y tolerancia, no colmaba ya las apetencias de
muchos masones pertenecientes con frecuencia al tercer estado o a la
aristocracia liberal. Las logias se vacían de 1787 a 1793. Tenemos
algunas cifras referentes a Marsella, Toulouse o Lyon, y esas cifras
indican en todos los casos que los efectivos de las logias descienden
aceleradamente.
Pero puesto que la logia no
era ni un club, ni una célula de resistencia, como tampoco lo es en
nuestros días, era necesario buscar los medios de esa transformación
en otra parte. Y eso es lo que hicieron cantidad de hermanos. Es,
pues, natural que muchos masones lo encontrasen en el combate
político. En los Estados Generales 214 eran diputados masones de un
total de 1165 miembros. Pero esos masones no constituyeron nunca un
grupo disciplinado y nunca votaron unánimemente en los grandes
debates. Según Lamarque, se les puede dividir en tres grupos de
desigual importancia: un centenar de ellos (de los cuales una decena
pertenecía al clero, alrededor de cuarenta a la nobleza y los demás al
tercer estado) se pronunciaron constantemente en favor de las medidas
revolucionarias; alrededor de cincuenta tuvieron una actitud carente
de relieve, incluso equívoca; y el resto adoptó la causa del Antiguo
Régimen.
Para terminar, un ejemplo
significativo. Un centenar de masones fueron detenidos en Toulosuse y
de ellos 37 murieron en el cadalso. Cuando se sabe que ese
martirologio comprende más de la mitad de los parlamentarios
guillotinados en 1794 (de los 52 magistrados ejecutados en París del
1º de floreal al 26 de prarial 27 eran masones) ¿se puede todavía
pretender que los masones han querido y preparado colectivamente la
revolución?
Así, para concluir, se puede afirmar
que si bien la masonería no ejerció gran influencia en el desarrollo
de la Revolución, la Revolución transformó profundamente a la
masonería.
Extractado de:
Charles Porset, “La Masonería y la Revolución Francesa: del mito a la
realidad” (Universidad de París-Sorbonne), en J. A. Ferrer Benimeli
(coord.), Masonería, Política y Sociedad. Actas del III Symposium
de Metodología aplicada a la Historia de la Masonería Española,
Zaragoza, 1989, Vol. I, pp. 231-244.
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El “Juramento
del Juego de la pelota” fue un compromiso de unión presentado el 20 de
junio de 1789 entre los 577 diputados del tercer estado para no
separarse hasta dotar a Francia de una Constitución, haciendo frente a
las presiones del rey Luis XVI. Cuando la guardia impidió que los
diputados del "tercer estado" se reunieran decidieron hacerlo en la
sala del jeu de paume de Versalles. Este acto determinante de
afirmación política del pueblo fue considerado como el nacimiento de
la Revolución francesa. Para celebrar el acontecimiento, los
parlamentarios jacobinos (Sociedad de los Amigos de la constitución)
encargaron un año después a Jacques-Louis David plasmar el juramento.
Pero un gran número de diputados del Congreso constituyente fue
identificado despues con las facciones enemigas del Gobierno, por lo
que David abandonó la obra. Sin embargo, uno de sus discípulos la
acabó partir del esbozo realizado por su maestro. Para simbolizar el
sentimiento de unanimidad hace converger hacia Bailly la mirada y los
brazos de todos los diputados presentes, el cual levanta un brazo para
silenciarlos y leer la declaración. Centrados y en primer plano se
representan tres clérigos abrazados, uno de ellos cartujano y otro
protestante representando la tolerancia. Robespierre, en primer plano
a la derecha, de pie y con las manos sobre el pecho. La parálisis del
único opositor al juramento, el diputado Martin-Dauch, sentado a la
derecha del todo, se contrae ante el entusiasmo general |
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